Percibir aromas en la nariz y distinguir notas en el paladar es tan solo el inicio del refinado arte de identificar un buen whisky. Adentrarse en su historia y desarrollar un gusto particular, es la otra parte de este intrincado pero magnífico -y nada aburrido- oficio.
El whisky escocés fue uno de los primeros destilados de grano que creó el hombre. Ahora bien, reconocer este mérito histórico requiere de una especie de entrenamiento de tu paladar, nariz y cerebro -comparable con el de un atleta de alto rendimiento- por el simple hecho de que hay matices exquisitos escondidos en cada mililitro de este refinado elixir. Saca tu Moleskine y anota los siguientes puntos para volverte un experto en el tema.
Aprende su historia: Todo buen whisky posee una historia digna de contar. Por ejemplo, detrás de Buchanan’s está James Buchanan, quien fundó su compañía en 1884. El empresario escocés elaboró un whisky con ingredientes de su tierra de origen, desde donde fue capaz de embotellar una mezcla muy especial que, llevando su nombre, hoy sigue enalteciendo al whisky.
Percibe todas sus notas: Un buen whisky, debe impactarte con un intenso aroma y un sabor cautivador. Cuando abras la botella, cierra los ojos e inhala profundamente: notarás que tu lengua comienza a salivar y cuando des el primer trago, tus papilas gustativas vibrarán. ¿Se te erizó la piel? Perfecto, así debe ser. Con esta tremenda sed que se ha formado en tu boca, saborea más notas -y recetas- en www.thebar.com.mx.
Activa todos tus sentidos: Servirse una copa de whisky para degustarla en casa, ya sea acompañado o en solitario, es un acto que, cuando se trata de un destilado de calidad, debería transportarte a otro lugar: desde las islas rocosas de Escocia, hasta un momento muy especial en la memoria.
Atención al proceso: Cuando las barricas son de calidad, existe una triple destilación y la maduración se da por el tiempo necesario, lo notarás a través de notas amaderadas -y hasta de chocolate-, y podrás percibir un toque cítrico y una sutileza única.